El último título del escritor y periodista local (Emecé Editores, 2020) es una ambiciosa obra trágica de ficción, en cuya composición narrativa de estudio o de iniciación —y que consecuentemente aborda tópicos como el cariño, la identidad y la capacitación sensible de su personaje primordial—, por instantes recuerda al Kurt Vonnegut de «Moltador cinco», pese a algunos datos algo forzados que se rastrean dentro de la trama.
Por Mauricio Embry
Fortaleza del peso, prueba de la fortaleza de la 4T
Por otro lado, Ebrard aseveró este sábado que le honra formar parte en el gobierno de AMLO y añadió que la fortaleza de hoy del peso en frente de otras monedas es un indicio de la aprobación que tiene esta administración y de sus desenlaces.
En su programa “DiChelo”, que transmite por la red, y en el que estuvo acompañado por su mujer Rosalinda Bueso, el funcionario recordó que el dólar se encontraba a 20.36 pesos el 1 de diciembre de 2018 y comentó que «nos habían dicho que si ganaba Andrés Manuel, el peso debía devaluarse», pero destacó que el dólar vale el día de hoy de un peso menos y se cotiza en torno a 19.30.
Llegué al hospital por un pequeño corte en la cabeza del pene, pero en el momento en que me afirmaron que iban a coserme preferí escaparme.
En el año noventa y ocho el destino me dio la posibilidad de fugarme del sendero errado. Tenía mi redacción de Cerdos & Peces en un bar llamado El Mirador, situado en la esquina de Balcarce y Brasil, en oposición al parque Lezama. La vida salvaje que desde el comienzo nos había acompañado en la edición de la gaceta llegaba a un punto de descontrol preocupante. Yo prácticamente no dormía, vivía en el bar y allí tenía mi cama, pero por las noches me desplazaba a la desvariada disco Ave Porco, en Corrientes y Ayacucho, donde consumía cocaína y éxtasis, bailaba hasta el amanecer y frecuentemente tenía sexo en algún recóndito rincón del boliche.
Alguna noche del mes de noviembre, sobrepasado de éxtasis y un hachís excelente reciente importado, cogí ferozmente con una colombiana que se subió a mí como una fiera y me destrozó el pene por segunda vez (ahora me había pasado con una ignota en un hotel de Constitución). Salí en un taxi sanguinolento por un pequeño corte en la cabeza del pene y llegué a Argerich donde tenía enfermeros amigos, pero en el momento en que me afirmaron que iban a coserme preferí escaparme. Adquirí a Gota en un quiosco y me enganché la herida de la pija. Ahora amanecía en el momento en que llegó una amiga que me ha propuesto masturbarme delicadamente. La disparidad sexual producida por la desmandada mezcla de mi libido eternamente enajenada y los excesos de cocaína y éxtasis eran solo parte del desastre en el que me se encontraba transformando. Mis combates con la policía eran rutinarios. No es que reaccionara frente a la intolerancia: yo provocaba los combates con atrevidas acusaciones en voz alta, movimientos indecentes y toda clase de gesticulaciones. La comisaría de la calle Bolívar y Garay por el momento no me deseaba en las celdas, pero el monstruo que se oculta en las grutas penumbrosas de mi ánimo había pisado intensamente el acelerador del desenfreno. Andaba por las calles como un gorila sin contemplaciones, si bien asimismo era siendo consciente de mi arriesgado desasosiego.